Un cuento talmúdico
Eliézer era el hijo de Hurkanas, un gran rabino de su generación y un hombre muy rico.
Eliézer estaba cultivando en la montaña cuando de repente comenzó a
llorar. Su padre le dijo: “¿Por qué lloras? Si hace calor arriba en la
montaña, te llevaré a la llanura”. De esta forma, Eliézer comenzó a
cultivar en la llanura, pero allí también lloró.
“¿Por qué lloras?”, preguntó Hurkanas.
“Quiero aprender Torá”, dijo Eliézer, quien siguió llorando hasta que
llegó el profeta Eliahu y le dijo que fuera a Jerusalem y buscara a
Rabí Yojanán Ben Zakai, el mayor sabio de la generación.
Eliézer fue a Jerusalem y, como podrás adivinar, allí también comenzó a llorar: “Quiero aprender Torá”.
Rabí Yojanán Ben Zakai le pregunto: “¿Acaso no te han enseñado ni siquiera a decir el Shemá?”.
“No”.
De esta forma, el gran sabio Rabí Yojanán Ben Zakai le enseñó a
Eliézer el ABC del judaísmo. Entonces le dijo: “Muy bien, Eliézer.
Tuvimos éxito. Ahora es el momento de que te vayas”.
Eliézer empezó a llorar: “¡Quiero aprender Torá!”.
Entonces Rabí Yojanán Ben Zakai le enseñó a Eliézer los Cinco Libros
de Moshé y la Ley Oral. Luego Rabí Yojanán dijo: “Eliézer, es hora de
que te vayas”.
Eliézer nuevamente lloró: “¡Quiero aprender Torá!”.
Y así continuó la situación hasta que un día, Eliézer estaba sentado
estudiando Torá en la parte trasera de la sala de estudios cuando de
pronto, inesperadamente, entró Hurkanas justo en el momento en que Rabí
Yojanán Ben Zakai le pidió a Eliézer que se sentara al frente y recitara
la Torá en voz alta.
Después de que Eliézer terminó, Hurkanas se puso de pie y le dijo
sonriendo con orgullo: “Eliézer, al principio le quería dar mis
propiedades a todos mis hijos excepto a ti. ¡Pero ahora te voy a dar
todo lo que tengo a ti y sólo a ti!”.
Eliézer respondió: “Padre mío, si yo hubiese querido el oro y la
plata, me habría quedado trabajando en la granja. Todo lo que quiero es
Torá”.
Y así continuó Rabí Eliézer Ben Hurkanas, hasta que se convirtió en
el líder de la generación y en el maestro del gran Rabí Akiva.
Profundizando la lección
Hay muchas dificultades con esta historia.
- ¿Cómo es posible que Hurkanas, un gran rabino y un hombre rico, no le haya enseñado Torá a su hijo?
- ¿Por qué Hurkanas puso a su hijo a hacer una labor de poca importancia como cultivar? Podría haber contratado a otros trabajadores para realizar el arado y darle a su hijo un puesto de supervisor.
- ¿Por qué el profeta Eliahu le dijo a Eliézer que fuera a aprender el judaísmo básico de un sabio tan estimado como lo era Rabí Yojanán Ben Zakai? ¡Cualquier estudiante intermedio de Ieshivá podría haberle enseñado eso!
Sólo hay una respuesta para explicar todas estas dificultades. Eliézer tenía una cabeza extremadamente lenta.
Obviamente Hurkanas contrató profesores para su hijo. ¡Pero incluso
el mejor maestro no pudo meter el Shemá en la cabeza dura de Eliézer!
Así que, ¿qué es lo que se supone que un padre debe hacer con un hijo
así? ¿Lo convierte en un capataz? ¡De ninguna manera! Le da un arado.
Por lo menos así será productivo.
Pero Eliézer gritó: “¡Quiero aprender Torá!”. El único que podía
lograr enseñarle algo a Eliézer era el líder de la generación, Rabí
Yojanán Ben Zakai.
Rabí Yojanán luchó y alcanzó un gran logro: Enseñarle los fundamentos
del judaísmo. Y cuando Eliézer lloró por más, Rabí Yojanán se dio
cuenta de que si funcionó una vez, tal vez podía enseñarle más. Y así
fue, hasta que Eliézer se convirtió en uno de los más grandes estudiosos
de su generación.
Tienes que quererlo tanto que llorarías por ello.
Vemos de aquí que incluso los más lentos de los lentos pueden
alcanzar la grandeza. ¿Cuál es el secreto? Tienes que quererlo tanto que
llorarías por ello. Ese fue el mérito de Rabí Eliézer Ben Hurkanas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario